Diseñado por el arquitecto Josep Pujol i Brull en 1860, la Casa Condeminas se encuentra ubicado a primera línea de mar, delante del Paseo Colón, con vistas al puerto, al barrio de la Ciutat Vella, al Moll de la Fusta y a la montaña de Montjuïc. La fachada de este edificio representativo de la arquitectura modernista está catalogada cómo bien cultural de interés local.
El diseño de este edificio se ha convertido en un viaje a la arquitectura del pasado, desde entender su composición hasta sus técnicas constructivas en todos los aspectos. En la envolvente, y con ello sus fachadas como primer punto característico, destacan la arquitectura modernista. Fachadas formadas por balcones de piedra y hierro forjado, carpinterías de madera, zócalos de piedra sobre un fondo diferenciado en la calle de la Mercè y simulación de piedra con tonalidades propias de la piedra de Montjuïc en el Paseo Colón. Las molduras rectangulares que componen la fachada que mira hacia el puerto se pintaron de forma aleatoria, mientras que la fachada en la calle de la Mercè responde a un acabado marmolado, con betas grises sobre fondo blanco y las características persianas enrollables de madera de la ciudad.
Una vez en el interior, encontramos un surtido de materiales diversos, carpinterías de caoba con herrajes modernistas en color oro, paredes de estuco planchado con dibujos florales, pavimentos de piedra y nolla, carpinterías emplomadas con vidrios de colores, techos artesonados de yeso con diferentes grafiados recorren las zonas comunes, lámparas y barandillas de forja iluminan estos espacios.
Uno de los retos más importantes de este proyecto fue adaptarlo a la normativa vigente sin alterar la composición original del edificio. Integración, podría ser la palabra clave que se utilizó en cada una de sus disciplinas. Para poder rehabilitar los diferentes elementos, fue necesario adentrarse en su pasado, entender la intención de ese momento, y partir de ahí reinterpretarlo y reconvertirlo. Cada espacio es único, y la lectura que se hizo fue la de entender todo el conjunto y establecer una serie de parámetros que permitiera entender la transición y el diálogo entre los diferentes espacios.
Este proyecto no priorizó la velocidad de ejecución si no la calidad en los trabajos de recuperación y artesanía, y se trabajó junto a un gran equipo de especialistas en rehabilitación y de artesanos, algunos de ellos la tercera generación de sus creadores estableciendo las mismas técnicas y procesos de calidad que en sus orígenes.
El patio central y la escalera son el núcleo principal del edificio. Este primero, coronado por un gran lucernario que permite la entrada de luz natural, refleja los colores de los vidrios emplomados sobre las paredes blancas con esgrafiados azules que recorren su perímetro.
Las escaleras ubicadas a continuación del patio están enmarcadas por un zócalo texturizado de color verde sobre un fondo blanco pigmentado. En la parte central de estas se encuentra el ascensor, rodeado con una malla calada de color negro que permite ver a través de ella. La señalética de cada planta pintada en color azul indica el piso al que corresponde, con una tipografía que recuerda a la de la época.
Diecinueve viviendas en el edificio categorizadas en tres tipos, algunas de ellas con elementos protegidos cómo los pavimentos de Nolla, los techos de yeso con ornamentos, las chimeneas y los ventanales de vidrios de colores. Todos los elementos originales se han restaurado siguiendo el mismo criterio que el de los espacios comunes del edificio.